Hincharnos a porros, comernos los morros.

Tonta. Parezco tonta cuando me dice esas cosas y mi estúpida sonrisa me delata. No puedo disimular ese insignificante cosquilleo que siento cuando me toca, ese brillo en los ojos con tras cada broma o ese nerviosismo que me ataca cada vez que me mira. Prefiero llamar destino a lo que no es más que un puñado de casualidades. Que ya no se diferencia mi imaginación de la realidad. Llamar obsesión a algo que se podría convertir en amor si en mis manos sólo no estuviera. Así que no hagas trampas, que sabes ya de sobra cual es mi debilidad.