Decir que no, pensando que sí.

Ha llegado ese momento en el que ya no siento nada. No siento amor, ni odio, ni celos, ni envidia, ni rencor, ni cariño, ni compasión, ni miedo, ni pena, ni ganas, ni nada. Ahora me callo todo. Ahora soy insensible, pongo la mente fría, y me río de todos aquellos que sufren o quieren. Yo no sufro, ni quiero. Me río del amor, de las parejas, de los besos y de las mentiras. Me río de los 'te quiero' y de todos los semejantes. Me río, sí. Me río porque ya he aprendido a no creerme lo primero que me dicen, ni lo segundo, ni lo tercero...  Yo creo en los hechos, no en las palabras. Creo en los impulsos, y no en las planificaciones. Así que, si siento algo, lo haré, no necesito pensarlo.