Los pequeños detalles marcan la diferencia.

No necesito grandes cosas, ni miles de ellas, me conformo con un detalle de cuando en cuando. Un abrazo cuando más lo necesito, los guiños improvisados, un amanecer y unas cuantas caricias. Quizás pido mucho, o sueño demasiado, pero no quiero que el temor de fallar me impida jugar. Y prometo que si el juego que estamos jugando se pone feo, no huiré como de costumbre. De cara para todo lo que nos venga, que ya se encargarán los demás de hablar a nuestras espaldas.